Me preguntaba si alguna vez fuiste lluvia,
si me acariciaste cada uno de mis poros,
si tal vez tuviste la decencia de morderme en el corazón
en vez de en el pecho
o si decidiste despedirte mientras dormía
sin saber si volverías a mi vida, mi casa, mi mente, mis poemas.
A los doce me cuestionaba las relaciones entre chicos y chicas,
si debía creerme lo que la Iglesia predicaba
o si los repentinos acercamientos de hormonas me revolverían el alma.
A los trece dejé de creer en los cotilleos,
en los recuerdos
y en las horas en clase.
Dejé muchas cosas atrás.
A los catorce, como adolescente anormal,
no me enamoré.
Ni a los quince.
Ni tan siquiera los dieciséis hicieron que cambiara de opinión.
No hay nadie más cabezota, excepto mi madre.
Los quince fueron retorcidos,
donde descubrí el silencio fiel de compañeros si alguien rompía una puerta
-pero que no me ayudaría si tenía algún problema-.
Fue el tiempo donde decidí que quería psicologear tormentas
sin paraguas, caramelos, zapatos, botellas.
Los dieciséis fueron donde conocí diferentes formas de pensamiento
fuera del colegio católico de monjas,
donde pude volver a sonreír de oreja a oreja,
donde las clases ya no me daban miedo.
Me preguntaba si tuve el placer de explicarte mi todo,
si quizás me has visto cantar o bailar -serías privilegiado-.
Me preguntaba si en verdad existes
o si eres solo mi imaginación
mordiéndome.
En caso afirmativo, por favor,
déjese las rodillas en el asfalto.
Me encanta como escribes
ResponderEliminarTienes un premio en mi blog
un beso
Lo sé, he visto antes tu premio que el comentario este xD
EliminarGracias (/º3º)/
Hola, he llegado hasta tu blog y me ha encantado como escribes,
ResponderEliminarte dejo la dirección del mío para que le eches un vistazo.
dimetodoloquefuimos.blogspot.com
¡Un abrazo!
Ya me he pasado y me parece muy bonito e íntimo.
EliminarGracias por pasarte,
Besos (/º3º)/