8.3.15
Domingos de deseos
A veces te imagino inundando mil pulmones,
estampándote en los escalones al salir de casa,
creyendo, creando una golosina capaz de recorrer nuestras entrañas,
las miradas a quemarropa,
yo y mis espejos,
tú y tus hombros respirando,
la casa no tan vacía
ni yo tan sola.
Ni tan estúpida.
14.2.15
¿Cuándo?
Paula Bonet |
cuando el árbol de Navidad me olvide
cuando la voz de mi madre se vuelva imprimible
cuando el sol me diga: adelante, adelante, pase usted antes
y decida no amanecer hasta que me despierte
cuando el suelo no me sepa a la casa sola y a la música a todo volumen
cuando el aspecto me importe, y me peine, y me vista, y me maquille,
los domingos,
cuando el tragaluz me recuerde las travesuras hechas medicamento
cuando cuente con dedos salvavidas los meses que te faltan
cuando me sepa vida y me saboree estúpida
cuando tenga pasos y pueda recorrerte al trote
cuando me tenga en el punto de mira
y no dispare
9.1.15
Cómo decirte que te he escrito una carta por si muero antes
Llega el día en el que empiezas a leer dedicatorias, los libros firmados, los seudónimos que tanta gracia te han hecho y afloran los recuerdos que ya no sabías que existían, y te ríes sola de tantas frases que te han hecho sudar la tinta gorda en verano, invierno, otoño, primavera. Y, con el paso de las estaciones, te vas haciendo más pequeña y ella más grande en tu vida. Y aprendes.
Cómo decirte que te he escrito una carta por si muero antes, que la retoco cada equis tiempo y la tengo escondida junto con el libro de la chica que se enamoró de mi jersey de gatos mientras nos recitaba un sin fin de poemas que compramos sin dudar. Cómo decirte que te echo de menos los viernes que no nos vemos, que nuestro santuario parece otro cuando no estamos, que la poesía más bonita es la que tú describes cuando me la cuentas.
Cómo decirte que eres la niña arena, la mujer desierto, la niña lluvia y la mujer tormento.
Cómo.
***
Me confieso culpable. Confieso que amo el hecho de que nadie sepa pronunciar tu segundo apellido, que me enamoré de tu pelo verdiazul y de las flores que adornaban la feria medieval. Y tú, mientras, te convertías en hada.
Te confieso culpable al ser la única capaz de hacerme escribir poemas, temática yo que sé, y de hacerme leer a personas que ni en sueños supe que existían.
Te declaro, culpable o no, de que esté escribiendo esto.
Y me declaro, me reafirmo, y si quieres te salpico al saltar sobre los charcos. Soy culpable de querer robarte las noches en Valdela, Sevilla o Mollina. Y si puedo, también los días.
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