28.7.15

Infidelidad

Esto es un ejercicio que nos mandó a hacer Gabriel Noguera este verano en la Escuela de Escritores Noveles. Él nos contaba una historia: Un hombre casado va a un bar, allí conoce a una chica, se la lleva a la cama y cuando despierta está muerta. Y, a partir de ahí teníamos que continuar un final. A mí personalmente se me olvidaban hacer los deberes siempre, por lo que lo hice a prisa y corriendo cuando veía que me tocaba leerlo (¿tres minutos? ¿menos?). Y aquí está lo que me salió.
Sepan disculpar.


       Se encontraba sentado en el bar, esperando a una musa o a una puta, cuando la chica apareció por la puerta. Era guapa, demasiado guapa, diría después él, por eso no le extrañó la repentina tirantez que sintió en el pecho al verla.
      La chica tenía en común más bien poco con su actual mujer: piel tersa frente a una demasiado quemada, delgadez sensualizada contra michelines cuarentones...Pero él no pensaba acercarse a ella. No, para nada. Fue ella la que se acercó, ella y su juventud permanente. Fue ella.
       La noche pasó rápido, una copa por aquí, una cama por allí, y la mañana con sus sábanas frías fue lo primero que recordó él cuando despertó. No se sintió culpable por la infidelidad que había cometido horas anteriores, al revés, había sido el mejor polvo de su vida, o eso era lo que pensaba. A su izquierda se encontraba su amante, su puta, su musa. Lo peor ocurrió cuando cayó en la cuenta de que no se movía, que sus latidos irregulares no golpeaban sus venas, que su respiración no echaba sus problemas afuera y, con un golpe de lucidez, pensó que ella ya no tenía tiempo para soñar. Estaba muerta.
      El pánico se apoderó de él, las manos le temblaban todo el rato y no era capaz de pensar nada. Estaba ahí, mirándola, chocheado. Poco a poco el temblor fue remitiendo y la cabeza le empezó a hablar de una forma frenética, enviándole pensamientos de todo tipo.
       Y rió. Rió al darse cuenta de una cosa: por lo menos no la he dejado embarazada.

2.7.15

Watermelon rules


Reivindico mi derecho a llamarte:

gritaré a estas aguas
que son lluvia mareas madres
que te salven
que te sacudan las ciudades
de las manos
para luego desquiciarte con sus ruinas
sus obras sus siestas y sus ruidos

ralentizaré los latidos
los milisegundos no programados
los microondas, si puedo,
como promesa endeudadora

reivindico mi derecho a llamarte
a saberte verano
a pintarte olas en las entrañas

me proclamaré sandía
mientras escupes los problemas a un lado.

Eres mi derecho.