28.11.15

What if this storm ends?


Qué pasa si tengo tu sonrisa en la recámara,
qué.

Te escudas con cada frase,
en los monumentos que creas a tu paso,
en mí.
Porque yo te creo,
del verbo creer
del sentimiento crear.

Qué pasa si eres la pisada más bonita,
los helados más fríos
y la mirada a quemarropa.

Qué ocurre si te miro
y no quiero encontrarme
en mí misma.

Qué pasa
si nos devuelven la tormenta.

13.11.15

Red lips and worn dreams


Escucho estos ecos que te llaman
y no sé si soy yo
en cada rincón oculto
o ella
resplandeciendo como el sol

escucho estos ecos que te llaman
y siento miedo

¿cuántas dudas más?
¿cuántas flores deshojadas?
¿cuántas mareas que vienen y van?

¿cuánto yo,
tirabuzones castaños,
y cuánto ella,
labios rojos,
estás dispuesto a arriesgar?

28.7.15

Infidelidad

Esto es un ejercicio que nos mandó a hacer Gabriel Noguera este verano en la Escuela de Escritores Noveles. Él nos contaba una historia: Un hombre casado va a un bar, allí conoce a una chica, se la lleva a la cama y cuando despierta está muerta. Y, a partir de ahí teníamos que continuar un final. A mí personalmente se me olvidaban hacer los deberes siempre, por lo que lo hice a prisa y corriendo cuando veía que me tocaba leerlo (¿tres minutos? ¿menos?). Y aquí está lo que me salió.
Sepan disculpar.


       Se encontraba sentado en el bar, esperando a una musa o a una puta, cuando la chica apareció por la puerta. Era guapa, demasiado guapa, diría después él, por eso no le extrañó la repentina tirantez que sintió en el pecho al verla.
      La chica tenía en común más bien poco con su actual mujer: piel tersa frente a una demasiado quemada, delgadez sensualizada contra michelines cuarentones...Pero él no pensaba acercarse a ella. No, para nada. Fue ella la que se acercó, ella y su juventud permanente. Fue ella.
       La noche pasó rápido, una copa por aquí, una cama por allí, y la mañana con sus sábanas frías fue lo primero que recordó él cuando despertó. No se sintió culpable por la infidelidad que había cometido horas anteriores, al revés, había sido el mejor polvo de su vida, o eso era lo que pensaba. A su izquierda se encontraba su amante, su puta, su musa. Lo peor ocurrió cuando cayó en la cuenta de que no se movía, que sus latidos irregulares no golpeaban sus venas, que su respiración no echaba sus problemas afuera y, con un golpe de lucidez, pensó que ella ya no tenía tiempo para soñar. Estaba muerta.
      El pánico se apoderó de él, las manos le temblaban todo el rato y no era capaz de pensar nada. Estaba ahí, mirándola, chocheado. Poco a poco el temblor fue remitiendo y la cabeza le empezó a hablar de una forma frenética, enviándole pensamientos de todo tipo.
       Y rió. Rió al darse cuenta de una cosa: por lo menos no la he dejado embarazada.

2.7.15

Watermelon rules


Reivindico mi derecho a llamarte:

gritaré a estas aguas
que son lluvia mareas madres
que te salven
que te sacudan las ciudades
de las manos
para luego desquiciarte con sus ruinas
sus obras sus siestas y sus ruidos

ralentizaré los latidos
los milisegundos no programados
los microondas, si puedo,
como promesa endeudadora

reivindico mi derecho a llamarte
a saberte verano
a pintarte olas en las entrañas

me proclamaré sandía
mientras escupes los problemas a un lado.

Eres mi derecho.

19.6.15

Deshojándonos


Tengo un pétalo a tu nombre,
las margaritas adornando mis neuronas,
y cómo deseo el sí quiero,
el no te pierdo,
el sí, sí, sí,
que yo sí te amo
mientras subimos las colinas,
los árboles mirándonos,
y las playas cansadas bostezando.

Tengo un pétalo a mi nombre,
porque sí, porque me lo merezco,
porque estoy aburrida de contarte cuentos,
las viejas brujas no serán las malvadas,
los jóvenes caballeros no serán tan apuestos,
y yo seguiré ahí, deshojando margaritas
a tu nombre
al mío
al nuestro
mientras te sueño.

8.3.15

Domingos de deseos


A veces te imagino inundando mil pulmones,
estampándote en los escalones al salir de casa,
creyendo, creando una golosina capaz de recorrer nuestras entrañas,
las miradas a quemarropa,
yo y mis espejos,
tú y tus hombros respirando,
la casa no tan vacía
ni yo tan sola.

Ni tan estúpida.

14.2.15

¿Cuándo?

Paula Bonet

cuando el árbol de Navidad me olvide
cuando la voz de mi madre se vuelva imprimible
cuando el sol me diga: adelante, adelante, pase usted antes
y decida no amanecer hasta que me despierte

cuando el suelo no me sepa a la casa sola y a la música a todo volumen
cuando el aspecto me importe, y me peine, y me vista, y me maquille,
los domingos,
cuando el tragaluz me recuerde las travesuras hechas medicamento
cuando cuente con dedos salvavidas los meses que te faltan
cuando me sepa vida y me saboree estúpida
cuando tenga pasos y pueda recorrerte al trote

cuando me tenga en el punto de mira
y no dispare

9.1.15

Cómo decirte que te he escrito una carta por si muero antes


Llega el día en el que empiezas a leer dedicatorias, los libros firmados, los seudónimos que tanta gracia te han hecho y afloran los recuerdos que ya no sabías que existían, y te ríes sola de tantas frases que te han hecho sudar la tinta gorda en verano, invierno, otoño, primavera. Y, con el paso de las estaciones, te vas haciendo más pequeña y ella más grande en tu vida. Y aprendes.
Cómo decirte que te he escrito una carta por si muero antes, que la retoco cada equis tiempo y la tengo escondida junto con el libro de la chica que se enamoró de mi jersey de gatos mientras nos recitaba un sin fin de poemas que compramos sin dudar. Cómo decirte que te echo de menos los viernes que no nos vemos, que nuestro santuario parece otro cuando no estamos, que la poesía más bonita es la que tú describes cuando me la cuentas.
Cómo decirte que eres la niña arena, la mujer desierto, la niña lluvia y la mujer tormento.
Cómo.
***
Me confieso culpable. Confieso que amo el hecho de que nadie sepa pronunciar tu segundo apellido, que me enamoré de tu pelo verdiazul y de las flores que adornaban la feria medieval. Y tú, mientras, te convertías en hada.
Te confieso culpable al ser la única capaz de hacerme escribir poemas, temática yo que sé, y de hacerme leer a personas que ni en sueños supe que existían.
Te declaro, culpable o no, de que esté escribiendo esto.
Y me declaro, me reafirmo, y si quieres te salpico al saltar sobre los charcos. Soy culpable de querer robarte las noches en Valdela, Sevilla o Mollina. Y si puedo, también los días.